Aquel verano, el verano inolvidable, hice muchas cosas. Vi una manada de bisontes salvajes. Estuve todo un día en silencio. Cociné con recetas inventadas. Jugué a encontrar formas en la textura de las piedras. Le puse nombre a una estrella. Soñé con un fuego que alumbraba pero no quemaba. Conversé con un hombre que había ido a la guerra y había vuelto sin matar a nadie, y que me dijo: “Lo que más me gusta del pasado es que es tan irreal como el futuro”.
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